El proyecto se sitúa en una zona actualmente en profunda transformación y conformación, en un nudo clave de articulación entre la ciudad de Barcelona y las nuevas planificaciones para la creciente zona de Hospitalet.

Desde lejos el edificio se presenta como dos volúmenes superpuestos de geometría simple.

El primer volumen más tectónico, con los testeros cerrados y caracterizado por una mayor horizontalidad, confirma la relación de escala que los bloques adyacentes de viviendas tienen con la Gran Vía.

El segundo volumen, más liviano, superpuesto al primero, supera a los edificios colindantes configurando un volumen singular, dentro de una imagen urbana unitaria a mayor escala.

Las últimas plantas son también unos miradores sobre la ciudad por situarse justo por encima de la altura reguladora máxima de los edificios vecinos.

La característica técnica de estas plantas superiores es el muro cortina de doble piel que permite la máxima transparencia, muy importante para las áreas de trabajo, además de un buen control solar y climático por la cortina ventilada en su interior y por los usos de diferentes tipos de vidrios.

La fachada sur de las plantas tipo se abre hacia el mar y se protege por unos balcones horizontales de hormigón visto, practicables y dimensionados también para servir de brise soleil.

Hacia las colinas del Collserola la fachada oeste se abre y se protege del sol por unos brise soleil de chapa perforada perpendiculares a la fachada posterior oponiéndose al sol de tarde.

Estas dos fachadas son muy trasparentes principalmente constituidas por muro cortina y vidrio, debido a la gran profundidad edificable que utiliza la planta.

Por lo contrario los testeros aplacados de piedra negra son más ciegos.

Unas ventanas alargadas permiten ver hacia Barcelona por un lado y hacia el aeropuerto por el otro.

Estos testeros permiten así tener más privacidad con los edificios de viviendas vecinos y también alejarse de la gasolinera que ha ocupado la esquina más interesante del solar.